Vida en un equipaje

La vida del hombre se centra en construir ideas, sueños, metas, experiencias, arte, cultura, pero sobre todo historia. Historia que se lleva en el tiquete de un pasaje de bus, en una maleta, en un cuaderno o en libro que de una u otra forma genera huella. Es por ello que, qué mejor que visitar uno de esos lugares generadores de sueños como el Terminal de Transportes de Bogotá D.C. 

Un lugar que tomo carretera aquel 14 de marzo de 1984, en la presidencia de Belisario Betancurt Cuartas, ubicado en la avenida 68 y la avenida Boyacá, como también entre la calle 13 y la avenida El Dorado y es con ello que, se abrió paso a saciar la agria necesidad de expandir y unificar el transporte intermunicipal e internacional. 

¿Cuántas veces se ha escuchado a los abuelos, padres, primos y tíos hablar de sueños o proyectos de vida basado en los viajes? ¿Cuántas veces el ser humano sueña al día con salir del lugar que se encuentra? Realmente es siempre, el ojo humano se alimenta de lo que ve, como las verdes montañas a los costados de las carreteras, el azul hipnotizante del cielo que cubre de lado a lado el mundo, pero también de lo que siente, como el agua tibia del mar, la suave y fina arena de la playa o el abrumante sol que quema cada vello habido y por haber del cuerpo. Sin olvidar lo que se percibe, como los problemas sociales o económicos o la falta de educación u oportunidades, hasta la escasez de empleo que hace que emigren hacia otros lugares más que por gusto, por obligación. 

Se rescata que, no todos los sueños de quienes acuden a La Terminal de Transportes son básicamente por huir de un holocausto o una tragedia griega que vivan, solo que hay más rostros en este lugar de tristeza, nostalgia y desespero, que de felicidad por ir a conocer al mar o balancearse de una hamaca con una piña colada en mano. Son más las maletas llenas de sueños de volver a empezar, que de ropa. Son más las ganas de llevar la esperanza de construir una nueva vida, un nuevo que camino que dé para el pan de cada día. 

Cruzando 3 países en busca de un "Hasta pronto"


Él es Jhan Franco Amesti, un hombre de nacionalidad venezolana que viajaba con su esposa, su hijo de tres años y medio y, su pequeña en brazos de siete meses camino a su país natal, pues estaban en Ecuador, un lugar al sur de Latinoamérica que, aunque no parezca, La Terminal de Transportes de Bogotá se interconecta con él, es por ello que se encontraban en la capital aquel 15 de noviembre de 2021 a las 3:00 pm, por uno de los pasillos de los sueños.

Y finalmente, la idea de esta familia es quedarse la madre con sus dos pequeños gigantes en Venezuela, mientras que el padre, Jhan Franco Amesti, emigra nuevamente a uno de los países hermanos, Ecuador; donde conserva su empleo como mototaxista. Quizá para esta familia, los sueños rondan en medio de maletas y ruedas, en medio de caos y lágrimas, pero con la esperanza de algún día volver a estar todos en el mismo ámbito hogareño, bebiendo una taza de café y comiendo arepa.

Mirada ajena

Todo el mundo entra a este lugar ya sea para comprar un boleto de viaje o para recibir a una persona, allí priman infinidad de sentimientos y emociones que hacen que sean percibidos por aquellas personas que aunque no muchos las noten, son parte del escenario. 

Franco, es trabajador del Terminal de Transportes de Bogotá, su tarea es recoger y separar basura. Él, lleva laborando dos meses allí de los cuales, no ha habido un solo día en que no haya dejado de experimentar o percibir detrás de ese delantal amarillo, botas de caucho y guantes negros, personas en medio de llantos con sus maletas al hombro.  

Entonces, acudir a este lugar es como un centro de análisis semiótico, un laboratorio que pone a prueba los sentimientos y emociones porque es como si el que atravesara esas puertas ya sea de entrada o salida, estuviese a punto de enfrentarse a la curva del diablo, un peligroso serpentín de Pasamayo, lleno de curvas y neblina, al borde de un alto acantilado que al final, no se sabe que hay detrás.

Por eso, escenarios como este, son lugares que el que los visite solo por curiosidad, tendrá mucho que analizar y de que hablar. Es un lugar mágico y así mismo que causa miedo al ser un factor o medio que transporta sueños de un lugar al otro, sin descanso. 
Así...24 horas al día, 7 días a la semana, 30 días al mes en los 12 que tiene el año. 

Viajar es irse a ciegas con grandes expectativas, con ganas de ser lo que se sueña, abriendo la mente y cerrando la maleta a punto de hacer estallar el cierre de la cremallera y, con eso, recuerdos que cunden todas las cordilleras de las lágrimas que quedan. 









Comentarios

Entradas populares